Antes de jubilarse, la enfermera María Cruces Sánchez-Camacho ha resumido su experiencia en la Unidad de Deshabituación Tabáquica en un trabajo que dibuja analogías entre el Quijote y el abandono del hábito de fumar.
En sus doce años en la unidad ha atendido a seis mil fumadores de los que el 60% han conseguido erradicar el tabaco de sus vidas.
Ciudad Real Noticias.- El Servicio de Salud de Castilla-La Mancha puso en marcha en 2004 las Unidades de Deshabituación Tabáquica, un año antes de la puesta en funcionamiento del Hospital General Universitario de Ciudad Real. Al frente de la misma han estado varios facultativos y, a su lado, la enfermera María Cruces Sánchez-Camacho, que la vio nacer hace doce años y que ha permanecido todo este tiempo en la unidad hasta su jubilación.
Cruces es una institución en el hospital, donde ha desarrollado la mayor parte de su carrera profesional y se ha distinguido por su dedicación e implicación con el trabajo, y quienes la conocen dicen que otra de sus pasiones es el Quijote. Fruto de estas querencias, dedicó los últimos meses de vida laboral a redactar y diseñar el proyecto «Deshabituación tabáquica, paralelismos con la obra maestra ‘El ingenioso hidalgo Don Quijote de La Mancha’» que se presentó por primera vez en un congreso nacional en Barcelona y hace unas semanas en el salón de actos del hospital ciudadrealeño.
Afirma que el texto cervantino encierra “tanta sabiduría” y glosa tan bien el carácter manchego que “siempre le he encontrado analogías con cualquier situación”. La relación entre Quijote y tabaco la extrae de la dependencia psicológica que crea el hábito de fumar, que compara con la pérdida de la razón que experimenta Alonso Quijano, y asegura que la lucha contra el vicio es muy parecida al combate del hidalgo contra los molinos de viento.
Los fumadores que a lo largo de estos años se han acercado a la Unidad de Deshabituación Tabáquica del HGUCR han encontrado en Cruces Sánchez-Camacho una gran aliada en esta pelea, aunque ella en quien pone el mérito es en el fumador que consigue dejarlo: “el éxito es del paciente; si fracasa, la culpa es nuestra porque no hemos sido capaces de ayudarle”.
En este sentido, cree que su trabajo en la unidad ha servido para establecer una comunicación fluida con el paciente que quiere dejar de fumar y que ha sido capaz de transmitirle mucha energía y de reforzar su autoestima y seguridad en sí mismo, “herramientas fundamentales para lograrlo”, recalca.
La voluntad del fumador, este apoyo psicológico, y también la dispensación de fármacos sustitutivos de la nicotina, son los que han hecho posible que el 60% de los seis mil pacientes que iniciaron tratamiento en la Unidad de Deshabituación Tabáquica del Hospital de Ciudad Real mientras Cruces estuvo en la misma bajo la dirección de los doctores Lázaro, Matas o Martín, su actual titular, lograran abandonar el hábito.
A estas cifras se ha llegado después de varios lustros de trabajo porque antes de que el SESCAM creara las Unidades de Deshabituación Tabáquica ya existían servicios con la misma finalidad en los hospitales de la región. Lo que se hizo en 2004 fue “poner en marcha protocolos y unificar criterios porque hasta entonces cada uno iba por libre”, cuenta Sánchez-Camacho.
No obstante, y aunque los protocolos son los mismos para todos, cada caso es distinto y por eso “hay que meterse en los zapatos del paciente”, apunta, y “hacerles un seguimiento”. Esto es lo que hacía con los que no acuden a la segunda cita, uno de cada cuatro de los pacientes que llegan a la unidad, llamarles “para que lo intentaran de nuevo y, sí el argumento para no volver a consulta era que no podían costearse el tratamiento farmacológico, yo les decía que no se preocuparan, que se puede dejar de fumar sin medicamentos y que el seguimiento se lo haríamos igual”.
Persuasión y refuerzo
Gracias a esta labor de persuasión y de refuerzo de la voluntad de los pacientes, asegura Cruces, “en estos años hemos conseguido mantener el porcentaje de éxito en el abandono del hábito a pesar de la crisis y de las dificultades que ha creado a muchas personas para adquirir los medicamentos”.
Y es que, como recalca el actual responsable de la Unidad de Deshabituación Tabáquica, Carlos Martín, “lo principal es la motivación: sin ella es imposible abandonar el hábito”. A la voluntad del fumador para dejarlo se suma el tratamiento, que, por un lado, trabaja sobre la modificación de los pensamientos y la conducta del paciente y, por otro, le procura los fármacos para disminuir la abstinencia.
El tratamiento conductual y de seguimiento con visitas regulares a la unidad puede llegar a durar un año, tiempo durante el cual se prescribe una terapia de sustitución de la nicotina con parches o chicles y se pueden administrar distintos medicamentos que actúan reduciendo el efecto de la nicotina en el cerebro y la ansiedad causada por el síndrome de abstinencia.
Según Martín, cada caso es distinto y para un paciente la mayor dificultad estribará en la dependencia física mientras que para otro la clave estará en la psicológica. De ahí que los tratamientos con más éxito sean los que combinan ambos abordajes, como el que aplica el HGUCR, porque “los medicamentos disminuyen el síndrome de abstinencia y tienen una eficacia contrastada, pero sin soporte psicológico el paciente se viene abajo”.